A la semana siguiente, Astrid recibió una visita poco usual.
- ¿Aquí puedo hallar a Astrid de Ciram?
Escuchó una voz que no reconoció. Astrid se encontraba en el interior de su consulta, alimentando al pequeño cuervo cansado.
- Voy en un momento, dijo Astrid.
Caminó hacia fuera de la consulta, para atender al lobo que le buscaba.
- Aquí estoy, señor ¿Qué desea? - Dijo la joven loba, con una sonrisa afable. Se detuvo un momento al ver al lobo, traía una capucha que lo ocultaba de los ojos que merodeaban, pero su rostro era indiscutible - Alfa Kerim.
Astrid acompañó al Alfa por las calles del pueblo, con cautela. Hasta llegar a una casa, aislada, pero acomodada. Ambos entraron.
Alfa Kerim condujo a Astrid por la casa hasta llegar a una habitación, donde se encontraba una mujer morena y de aspecto pequeño, estaba en la cama recostada; ella era, en efecto, la loba de la que el pueblo hablaba.
- Alfa Kerim ¿Qué es lo que necesita? - dijo Astrid, sin preguntar mayormente sobre aquella l