Capítulo 41. Parte 2
Diego:
—¡Vamos, An! —digo con diversión—. Sé que quieres algo, preciosa. ¡Mírame! —exclamo, apuntando hacia mi pene erecto, mientras su dulce lengua pasa por sus labios—. Deberías pasar esa lengüita por otra parte.
—¡Ay, Dios de las aleluyas! —exclama, haciéndome reír—. Pero ¿no deberíamos ir con la corredora? —pregunta, mientras le quito la toalla.
—Yo solo complazco a mi chica, y tú deseas otra cosa —respondo, poniendo su mano sobre mi pene, provocando que, automáticamente, me acaricie de arriba hacia abajo, mientras que con la otra mano toca mis testículos.
Mi aprendiz, a punto de graduarse, mira directo a mis ojos y baja lentamente, pasando su húmeda lengua por mi pecho, mi torso, hasta llegar a mi miembro erecto. Se afirma de mis piernas mientras me saborea con intensidad, y como no quiero dejar de sentir, la obligo a no detenerse, tomando su quijada. Pero cuando noto que no puede más, la suelto, escuchando, como música para mis oídos, sus gemidos de placer, indicándome que le gu