Capítulo 29. Parte 2
Antonella:
Al llegar a casa, todo está en completo silencio, y agradezco al cielo que mi buena racha continúe: Bruno no ha llegado, y me tranquiliza no tener que soportar su presencia. Con una amplia sonrisa me dirijo a la cocina para retirar de la canasta de picnic los alimentos que no comimos, y aprovecho mi soledad no solo para sonreír, sino también para reír a carcajadas mientras repaso en mi mente el maravilloso día que vivimos hoy.
—¡Te amo, Diego! —grito eufórica, sabiendo que estoy sola—. ¡Y te odio, Brunito!
La noche transcurre tranquila, sin sobresaltos. A la mañana siguiente, abro los ojos y me estiro como pocas veces puedo hacerlo. Sigo agradecida: Brunito no ha regresado. Solo ruego que haya perdido la memoria y no recuerde dónde vive. Aprovecho para quedarme media hora más en la cama hasta que, de un brinco, me dirijo a la ducha. Mi buen ánimo es tal que deseo llegar pronto al colegio para ver a Cinnia y contarle todo sobre mi fin de semana.
Las palmas de mis manos arrug