Capítulo 29. Parte 1
Diego:
Con Antonella nos tomamos de la mano y corremos hacia el lago. Marcus nada hacia nosotros y comenzamos a jugar. Primero, le tiramos agua a Antonella, quien grita desesperada y trata de defenderse. Luego llega la venganza: logra que Marcus se ponga de su lado y entre los dos empiezan a mojarme a mí. Yo me río por la situación; ya estoy empapado, pero es divertido.
Y entonces sucede algo curioso: el tiempo parece detenerse. Como si todo se moviera en cámara lenta, me descubro observando la escena con una claridad extraña. El sol se refleja en el agua y los destellos iluminan el rostro de Antonella, que sonríe sin reservas. Su risa, que se mezcla con la de Marcus, retumba en mis oídos como una melodía que creí olvidada.
Me quedo con esa imagen clavada en la mente: mi hijo lanzándole agua a ella, ella jugando como si siempre hubiera sido parte de nuestras vidas, y yo ahí, testigo de algo tan sencillo y, a la vez, tan extraordinario. Hace mucho que no sentía esto. Hace tanto que hab