La música se sentía como un pulso constante bajo mis pies. A pesar de la altitud del piso, el calor dentro del apartamento era asfixiante, y la mezcla de perfume, alcohol y humo de vapeo me envolvía como una nube densa. La vista desde el ventanal era impresionante: las luces de Nueva York extendiéndose hasta el horizonte como una galaxia artificial. Pero yo apenas podía concentrarme en eso.
Él estaba allí. No sabía su nombre, pero su presencia había cambiado por completo la atmósfera desde que entró. Era alto. Imponente. La chaqueta oscura que llevaba no ocultaba la tensión de sus hombros ni la forma en que se movía, como si no perteneciera a esa fiesta, como si estuviera por encima de todo y de todos. Y su mirada... No era una mirada cualquiera. Era una evaluación. Una decisión silenciosa. Lía se había acercado a él con familiaridad, con una mezcla de respeto y confianza. Hablaron apenas unos segundos antes de que ella me señalara. Y fue entonces cuando sus ojos se clavaron en los míos. Me había sentido observada antes, claro. Trabajando en un bar, te acostumbras a los ojos insistentes. Pero esto era diferente. Aleksei no me miraba como se mira a una chica bonita. Me miraba como si quisiera saber quién era yo antes incluso de acercarse. No sonrió. No asintió. Simplemente me observó por un segundo demasiado largo, y luego deslizó la vista por la sala como si acabara de tomar nota de algo importante. Lía regresó a mi lado con una copa en la mano. -Todo bien -dijo, como si no hubiera notado mi tensión. -¿Ese es tu hermano? -El mismísimo -dijo con una sonrisa torcida. -Tiene... presencia. Ella soltó una carcajada. -Eso es una forma diplomática de decir que da miedo. No te preocupes, es más inofensivo de lo que parece. A veces. La música cambió a un ritmo más lento, y la luz se atenuó. La gente empezó a agruparse en rincones, a sentarse en sofás, a conversar más bajo. Yo me refugié junto al ventanal, con mi copa en la mano, mirando la ciudad. Tratando de hacer desaparecer el cosquilleo que me había dejado esa mirada. No me había hablado. Ni se había acercado. Pero me había visto. Y eso bastó para alterarme. --- Pasaron unos minutos. Tal vez diez. No lo sé. La fiesta seguía, pero yo había entrado en esa burbuja que a veces me envolvía en medio del ruido. Cuando mis pensamientos se volvían más fuertes que todo lo exterior. Hasta que una sombra se proyectó sobre el cristal. Me giré. Era él. Más alto de cerca. Más intimidante. Pero no por su físico, sino por la intensidad que desprendía. Como si su cuerpo apenas pudiera contener la energía que habitaba dentro. Sus ojos azules, de un tono casi sobrenatural, se fijaron en los míos. -¿Brooke? -preguntó con una voz grave, de acento marcado. Asentí, un poco desconcertada. -Sí. ¿Y tú eres...? -Soy el hermano de Lía. Lo dijo sin orgullo ni presentación. Solo un hecho. Como si no necesitara más. -Lía me ha hablado de ti. -¿Y qué ha dicho? -Que eres protector. Y un poco intenso. Él arqueó una ceja. Por un segundo, creí que sonreiría. Pero no lo hizo. Solo se relajó un poco. -Eso es bastante preciso. Lo miré con más atención. Su chaqueta, su postura, sus manos con los nudillos marcados. Había algo en él que no encajaba con un hermano mayor normal. No era un trabajador de oficina. No era un profesor. Había vivido cosas. Y no parecía haber salido ileso. -¿Y tú qué haces? -preguntó, sin rodeos. -Estudio medicina. Trabajo en un bar. Duermo poco. Aleksei asintió lentamente. No dijo nada más durante unos segundos. Su mirada bajó a mi copa, luego volvió a subir a mis ojos. -Eso suena agotador. Reí, aliviada de que no hiciera ningún comentario fuera de lugar. -Lo es. Pero me gusta. Aunque a veces me pregunto si algún día podré con todo. -Y sin embargo sigues aquí. Eso habla más de ti que cualquier título. No esperaba esa clase de respuesta. Asentí, un poco sorprendida. -Gracias. Charlamos un poco más. O mejor dicho, él me escuchaba y soltaba frases breves. No preguntaba mucho, pero cuando lo hacía, era con intención. Parecía analizar todo lo que decía. Como si no estuviera ahí por cortesía, sino porque realmente quería entender quién era yo. Lía pasó cerca en un momento y nos guiñó un ojo. Yo le sonreí, algo nerviosa. Aleksei solo la siguió con la mirada. Protección. Control. Estaba claro que su relación no era común. -¿Siempre la sigues? -le pregunté, con media sonrisa. -Siempre la protejo. No es lo mismo. Sus palabras no eran una amenaza, pero tenían peso. No supe cómo responder, así que me encogí de hombros. -Bueno, esta noche me tiene a mí también. -Lo sé. Por eso me acerqué. Su sinceridad me desconcertó. No sabía si era un halago o una advertencia. Tal vez ambas cosas. --- La noche avanzó. Aleksei se alejó en algún momento para hablar con un tipo al fondo del salón. Lía volvió a arrastrarme a bailar, a reír, a contarme historias ridículas de su infancia. Pero yo seguía sintiendo su presencia. Cada vez que giraba la cabeza, estaba allí. A veces solo de pie, mirando. A veces hablando con alguien. Pero siempre atento. En algún momento, me encontré sola junto a la cocina. Buscaba agua y espacio para respirar. Lía estaba ocupada con un grupo de amigos, y Aleksei había desaparecido de mi radar. Hasta que una voz familiar me habló desde el umbral de la puerta. -No pareces de aquí. Me giré. Era él otra vez. -¿Y cómo se supone que debo parecer? -Como si te sintieras cómoda. Pero llevas veinte minutos buscando una salida sin decirlo en voz alta. Sonreí, sorprendida de que lo hubiera notado. -No estoy acostumbrada a estas fiestas. -Yo tampoco. Se apoyó en el marco de la puerta, cruzando los brazos. El silencio entre nosotros no era incómodo. Era como una conversación silenciosa que aún no tenía palabras. -¿Tú y Lía viven juntos? -pregunté, buscando mantener el hilo. -Sí. Desde hace poco. Después de lo de nuestro padre. Asentí con respeto. No quise presionar. Él pareció apreciarlo. -Ella habla mucho de ti. Dice que eres lista. Persistente. Que no sueles dejar que la vida te venza. Me quedé callada por un instante. -A veces creo que lo único que me mantiene es no tener otra opción. Él asintió, como si lo entendiera mejor que nadie. -Eso también es fuerza. Otra frase sencilla que se me quedó grabada. --- Más tarde, cuando la fiesta empezaba a apagarse, salí al balcón. La ciudad seguía latiendo bajo mis pies. El aire fresco acariciaba mis mejillas, y por primera vez en semanas, sentí una especie de calma. Lo escuché antes de verlo. Sus pasos eran tranquilos. Se detuvo a mi lado sin decir nada durante unos segundos. -¿Te sientes menos fuera de lugar ahora? -preguntó. -Un poco. -Te ves mejor cuando no finges. Giré la cabeza y lo miré. -¿Y cómo sabes que estaba fingiendo? -Porque yo también lo hago a veces. No hubo más palabras. Solo miradas. Una pausa larga, casi eléctrica, en la que ninguno se movió. Entonces, sin romper el momento, él dijo: -Nos veremos pronto, Brooke. Y volvió a entrar. Me quedé allí, sola. Con la vista en la ciudad, el corazón más rápido de lo normal, y una sola idea clara: Aleksei no era como los demás. Y no tenía idea de si eso era algo bueno o no.