Max se sintió como si estuviera caminando sobre nubes cuando Álex les entregó su primer cheque. La cantidad era astronómica, y Max no podía creer que fuera suya. Se sintió como si hubiera ganado la lotería, y la emoción lo embargó por completo.
—¡Esto es increíble!—gritó Max, agitando el cheque en el aire. —¡Vamos a celebrar!.
Sus amigos se rieron y lo felicitaron, pero Max ya estaba pensando en cómo gastar su dinero. Se imaginó comprando un auto lujoso, una mansión, viajando por el mundo... Las posibilidades eran infinitas.
Sin perder un momento, Max se dirigió a una agencia de autos de alta gama. La fachada de la agencia era impresionante, con ventanas de cristal que reflejaban el sol y un logo que parecía ser de oro. Max se sintió como si estuviera entrando en un palacio.
—¿En qué puedo ayudarle?—preguntó un vendedor, acercándose a Max con una sonrisa.
—Quiero un auto lujoso—respondió Max, sin rodeos. —Algo que me haga sentir como el rey del mundo.
El vendedor sonrió y le mostró varios modelos. Max se decidió por un auto deportivo de marca, con un diseño aerodinámico y un motor que rugía como un león. El color era un rojo intenso, como la pasión que sentía Max en ese momento.
—Este es el auto que quiero—dijo Max, sin dudar.
El vendedor sonrió y le entregó las llaves. —Felicidades, señor. Es un placer hacer negocios con usted.
Max salió de la agencia manejando a toda velocidad, sintiendo el viento en su cabello y la adrenalina en sus venas. Se sentía invencible, como si nada pudiera detenerlo.
Después de un rato de manejar, Max llegó a un bar de moda. La música era fuerte, y la gente bailaba en la pista de baile. Max se sintió atraído por la energía del lugar y decidió entrar.
Se acercó a la barra y pidió un trago. Mientras esperaba, notó a dos chicas guapas que lo miraban con interés. Max sonrió y se acercó a ellas.
—Hola, soy Max— dijo, extendiendo la mano.
Las chicas se presentaron y Max les invitó a unos tragos. Pronto, estaban riendo y bailando juntos. Max se sentía como el centro de atención, y disfrutaba de la admiración de las chicas.
Pero después de un rato, Max comenzó a sentirse ebrio. La habitación empezó a girar, y se sintió mareado. Se dirigió al baño, necesitando un momento para sí mismo.
Se miró en el espejo y se vio a sí mismo, pero algo no estaba bien. Su reflejo parecía estar... sonriendo. Max se hizo para atrás, sorprendido.
—¿Qué... qué pasa?— balbuceó Max, tratando de enfocar la vista.
Su reflejo le sonrió de nuevo, y Max sintió un escalofrío. Se acercó al espejo, tratando de entender qué estaba pasando.
—¿Estás bien, amigo?—preguntó una voz detrás de él.
Max se dio la vuelta y vio a uno de los amigos de las chicas, que lo miraba con preocupación.
—Sí, estoy bien—, respondió Max, tratando de disimular. — Solo un poco mareado.
El amigo asintió y se fue. Max se quedó solo en el baño, mirando su reflejo en el espejo. La sonrisa había desaparecido, pero Max sabía que algo no estaba bien.
Se lavó la cara con agua fría, tratando de despejarse. Pero cuando se miró en el espejo de nuevo, su reflejo le sonrió otra vez.
—¿Qué quieres de mí?—preguntó Max, tratando de mantener la calma.
Pero su reflejo no respondió. Solo siguió sonriendo, con una sonrisa que parecía ser de burla.
Max sintió un escalofrío y se apartó del espejo. Salió del baño, decidido a olvidar lo que había visto. Pero sabía que no podía sacudirse la sensación de que algo estaba muy mal.