Habían pasado varios días desde la fiesta en la mansión del rapero Axel V, pero para Luna el tiempo no se movía. Cada amanecer era una repetición torcida del anterior, como si estuviera atrapada en un ciclo de culpa y oscuridad que se rehusaba a liberarla. Dormía poco. Comía sin control. Sudaba frío por las noches y despertaba con marcas nuevas en la piel que no recordaba haberse hecho.
Dorian Black.
Ese nombre no dejaba de resonar en su cabeza. Cada vez que lo pensaba, el mundo parecía torcerse un poco más.
El rostro del actor la visitaba incluso con los ojos abiertos. A veces lo veía al pie de su cama, otras veces reflejado en el vidrio de las ventanas. Pero no era el Dorian glamoroso de las revistas. No. Era el hombre atado. Desnudo. Suplicante. Sangrante.
El hombre que ella había asesinado.
Se levantó de la cama con el cuerpo pesado, como si una fuerza invisible la mantuviera anclada a la culpa. El espejo del baño la recibió con frialdad. Su reflejo… sí, aún era ella, pero hab