La guerra se desató, aunque la batalla final aún no había llegado. Los ejércitos de Alaric cruzaron la frontera, y la situación se tornó más seria de lo que todos habían anticipado. En un abrir y cerrar de ojos, los soldados del sur marcharon sobre las colinas que delimitaban el territorio del reino de Isabella y Alejandro, buscando ganar terreno rápidamente.
A pesar de las noticias que llegaban de los puestos de avanzada, Isabella y Alejandro no se dejaron llevar por el miedo. Prepararon a su ejército, fortaleciendo las defensas en las ciudades más vulnerables. Los artesanos trabajaron día y noche, fabricando armamento, mientras los campesinos y comerciantes fueron llamados a apoyar en lo que pudieran, asegurando las rutas de suministro y creando fortificaciones improvisadas a lo largo de la frontera. Los generales leales a Alejandro, algunos de los más experimentados en la región, trabajaron junto a los nuevos oficiales para coordinar la defensa de cada sector del reino.
Sin embargo