Leticia frunció el ceño, cruzando los brazos con gesto desafiante. Había demasiadas emociones agitándola en su interior, y no estaba de humor para otro de los juegos y amenazas de su padre. Ya no le daba miedo enfrentarlo y mantenerse firme delante de él, pero recordó lo que le dijeron su madre y Alejandro hace un rato. Así que decidió que lo mejor era ser prudente.
—Papá, no creo que sea el mejor momento para hablar. Lo que tengas que decirme, prefiero que lo hagas en presencia de mamá. —Su tono estaba cargado de un veneno apenas disimulado, pero contenido.
Rodrigo esbozó una sonrisa torcida, un gesto casi burlón que hizo que a Leticia se le erizara la piel. Dio un paso hacia ella, despacio, como un cazador acorralando a su presa.
—Como quieras hija, —dijo, con esa calma fingida que solo usaba cuando estaba a punto de soltar una bomba— pero es algo que te afecta directamente a ti. Nada tiene que ver con Camila. Es sobre tu novio... Alejandro... y esa enfermera que trajiste a esta cas