Y en algún otro lugar de la ciudad, muy lejos de la aparente calma de la mansión, Valeria Duarte, ajena al peligro que se cernía sobre ella, sin sospechar el oscuro destino que, como una sombra la perseguía reía mientras daba unos pasos de baile tarareando una canción pop que escuchaba con los audífonos puestos.
El celular vibró en su bolsillo. Lo sacó con una sonrisa. Era Clara.
"Princesa, ya sé que hoy toca tu pizza favorita. Te la mando dentro de un rato, perdona que no pueda ir. Sabes que te quiero montones."
Valeria sonrió, casi podía saborear el sabor del queso fundido y la masa crujiente. Imaginaba ya el aroma al abrir la caja de pizza cuando llegara a su casa. Le respondió con un emoji de corazón y un "¡Gracias, Clari! ¡Te amo!". No tenía idea de que aquello, tan simple y cotidiano, había sido la grieta por la que el monstruo había entrado. Valeria solo pensaba que era un simple gesto de cariño. Ninguna de las dos sospechaba que aquella costumbre inocente y de afecto genuino h