En medio de la conversación, Elena pudo percibir que Alejandro se aflojó un poco el nudo de la corbata y que sentía realmente cómodo con ella. Pero también sintió en él otras intenciones que iban más allá de una simple conversación para ponerse al día de como avanzaban las cosas dentro de la mansión Villalba. Se apartó un poco, sintiendo la intensidad de la mirada de Alejandro clavada en ella. En el fondo, deseaba quedarse también un poco más. Estar en su apartamento, en su espacio, la hacía sentirse segura, como si por un momento el mundo exterior y los peligros que acechaban se desvanecieran. Pero la realidad era otra: el tiempo apremiaba y no podían permitirse distracciones. Debían actuar cuanto antes.
—Debo regresar a la mansión Villalba —murmuró, aunque sin convicción absoluta.
Alejandro se acercó lentamente, con ese andar seguro y depredador que siempre la desarmaba. Su proximidad le erizó la piel. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, inclinó un poco el rostro, obligándola a