El sonido del motor resonaba con suavidad mientras Alejandro conducía con precisión, sus manos firmes en el volante. A su lado, Elena observaba el camino con una mezcla de inquietud y anticipación. Había sido ella quien le pidió hablar, y Alejandro, astuto como siempre, había encontrado la excusa perfecta para que Leticia no se opusiera a que lo acompañara. Sabía que lo que Elena tenía que decirle era importante, de lo contrario no se habría atrevido a llamarlo desde el interior de esa casa. Y en esas instancias, no podían arriesgarse a ser escuchados por nadie más y tampoco había tiempo que perder.
—Alejandro, ¿por qué la urgencia? ¿Qué pasa con Valeria? —Preguntó finalmente, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos—. ¿Por qué el médico quiere verme? Mariana o Clara ya me habrían avisado si algo grave estuviera sucediendo.
Él desvió la mirada por un segundo hacia ella y luego volvió a centrarse en la carretera. Su expresión se mantenía serena, pero su tono fue firme