Elena sintió que su pecho se llenaba de gratitud y algo más profundo, algo que le costaba aceptar, pero que era imposible ignorar. Sus sentimientos por Alejandro crecían con cada instante que pasaban juntos. La calidez de su presencia, su forma de mirarla, de hacerla sentir segura...de estar pendiente de cada detalle aún en la intimidad… todo en él la envolvía de una manera que jamás imaginó.
Pensando en ello, se dio cuenta de que se había despertado con un buen apetito, algo que no le ocurría con frecuencia. Decidió ir a la cocina y preparar el desayuno. Caminó con cuidado para no despertarlo y, al pasar junto a la cama, confirmó que Alejandro seguía profundamente dormido, su respiración pausada y su expresión serena.
La cocina de la casa de playa era espaciosa y luminosa. Los muebles de madera clara y las encimeras de mármol daban un aire elegante pero acogedor. Una gran ventana permitía que la brisa marina se colara, trayendo consigo el aroma salino del océano. En el centro, una is