Llegó el gran día. Y no recuerdo haber estado tan nerviosa en mi vida. Ya había hecho las maletas y me había despedido de mis padres la noche anterior. En cuanto a Theo, dejarlo durmiendo en mi cama, sin siquiera haber podido acostarme con él la noche anterior, fue lo que más me dolió.
Desde que perdimos a nuestro hijo, no ha habido noche en la que no haya estado a mi lado, abrazándome y secándome las lágrimas, a pesar de que él también lloraba la pérdida. Permaneció a mi lado en todo momento.
Sabía que me iba ese día, pero no esperaba que huyera de él, evitando en lo posible despedirme cara a cara, temiendo que no tuviera el valor.
Justo en esos días previos a su partida, habíamos vivido momentos perfectos. Y eso hacía que me doliera aún más.
Por supuesto, más tarde le llamaría y le dir&ia