La felicidad no siempre es duradera.

La felicidad no siempre es duradera. A veces la felicidad proviene de algo tan breve como una sonrisa, una mirada, una palabra.

A veces la felicidad puede ser perdurable, aunque, bueno, fuera por unos meses. Al final, su felicidad fue como el ciclo de vida de una mariposa monarca¹.

No duró un año.

(…)

Las fotografías comenzaron a perder su brillo. Los colores vivos poco a poco mutaron a tonalidades opacas. Tal vez fuera por el descuido, quizá por la humedad que se filtraba por las grietas de la pared, quizá porque él dejó de cuidarlas, de protegerlas, de atesorarlas.

«—¡Hey! No más fotografías —Un clic sonó de nuevo—. Kil, es en serio.

—Pero es imposible. Amo como luces ante el lente de mi cámara —Dibujó un puchero—. Bien, no más fotos por hoy. Mira como saliste en esta —profirió, mostrando la última imagen capturada.

Rizos rubios revueltos y una nimia sonrisa o, mejor dicho, una mueca, se apreciaba en la fotografía. Una imagen digital, una imagen más que petrificó del bonito chico.

—Bórrala.

—¡No! —exclamó, alargando la "o" como si fuese un niño pequeño—. No haré semejante locura.

—¿Te conformaras con eso cuando tienes al de la imagen frente a ti? —Guardó velozmente la cámara dentro del morral ante la mirada divertida del rizado—. Sí, eso pensé.

—Tramposo —musitó, envolviendo su brazo derecho alrededor de la cintura del chico—. Igual te quiero.

—Yo también».

Cada fotografía contaba una historia, cada una de ella lo hacía. Sin embargo, aquellas imágenes pegadas a la pared parecían ser parte de una mera ilusión, algo que quizá nunca existió. Quizás él estuvo sumido en un profundo sueño. Quizá todo fue resultado de una quimera.

«—¿Qué sucede? ¿Por qué esa carita? —cuestionó, ladeando la cabeza hacia un lado.

El chico frente a él no lucía como de costumbre. Aquella mirada ambarina sin brillo. Aquellos círculos violáceos debajo de los ojos. Aquel semblante triste. Aquel resto de lágrimas secas en las mejillas asalmonadas. ¿Dónde quedó su querubín risueño?

—Mis padres saben de ti —Un nudo se formó en su pecho al oír esas palabras—. Ellos... me prohibieron que te siga viendo.

—Está bien —Siempre supo que este día llegaría—. Yo...

—¡No! Nada está bien —Se levantó de golpe y rodeó el mostrador, quedando frente al chico—. Kilian, no quiero que me separen de ti.

—Nath...

Las palabras fueron ahogadas dentro de su boca por unos suaves labios que sellaron los suyos.

Aquel beso no sabía como los demás. Era nostálgico, triste.

Sabía a despedida».

Un par de fotos cayeron al suelo. La cinta adhesiva se estropeó (perdió el aglutinante). No le importó. El papel glossy carecía de brillo. Las imágenes se disolvían a causa del relente, se emulsionaban.

«—No me dejes —suplicó—. Fuiste la única persona que me aceptó sin importarle mi apariencia.

—N-no puedo quedarme —Acunó aquel rostro carmín entre sus manos—. Nunca me importó tu apariencia. Por el contrario, amo cada recoveco de ti. Lo que se ve y lo que no. Amo todo de ti, Kil.

—¿Regresarás? —preguntó, cepillando su nariz con la ajena. Aquella que parecía un pequeño botón respingado.

—S-sí —Besó la frente del chico, los brazos de este rodeando su cuello—. Apenas pueda resolver las cosas con mis padres, volveré. Lo prometo.

El delgado cuerpo entre sus brazos tembló. Sintió los espasmos provocados por las lágrimas que empañaban las mejillas que tantas veces acarició. Que tantas veces besó.

La separación inminente. El final de su felicidad. Todo porque los padres del chico que sostenía fuertemente entre sus brazos no lo aceptaban. Todo por su apariencia. Todo porque lo juzgaban de ser un mediocre. Todo porque los padres del bonito chico lo tacharon de ser una mala influencia para con su hijo. Todo porque él no aparentaba ser un chico serio, educado, trabajador. Todo porque lo discriminaron, lo señalaron de ser una persona enferma, desviada del buen camino. Todo porque lo culpaban de ser el causante de que Nathael tuviera pensamientos insanos, que amar a otro chico estaba mal, errado y mal visto.

Todo porque él se asemejaba a un delincuente. Todo porque su piel estaba pincelada con centenares de dibujos. Todo porque nadie — en su sano juicio— se acercaría a él.

—Te amo, Kilian —Ciñó más el cuerpo ajeno contra el suyo—. Te amo.

—Nath —susurró. Sus labios rozándose con aquellos de un bonito color sandía—. No me olvides.

—Nunca».

Comenzó a despegar aquellas imágenes que solo le provocaban nostalgia, dolor. Imágenes que ya no servían, que ya no valían la pena conservarlas. ¿Por qué hacerlo? Todas ellas lentamente se corroían. Ya no las quería. No deseaba vivir más dentro de esa utopía creada con base de recuerdos, de imágenes petrificadas.

Era triste. Los recuerdos siempre serían tristes.

Al final, siempre supo que lo olvidarían.

(…)

Meses después.

Esporádicamente cambiar de aires no viene mal. A veces es mejor dejar atrás aquello que tanto daño causó. A veces es mejor dar vuelta la página y comenzar una nueva.

A veces es mejor cerrar un libro. A veces es mejor comenzar un libro nuevo, con una historia diferente. A veces, quizás, en ese nuevo libro narran una historia llena de felicidad; felicidad permanente, duradera y no efímera.

A veces es preferible comenzar desde cero. Porque a veces, arrancar de nuevo no necesariamente significa que fracasaste, no.

Y lo decidió.

Comenzaría otra vez. Construiría desde los cimientos una nueva edificación, más férrea, más firme, tenaz.

Dijo adiós al pasado y se marchó de aquella ciudad que ni siquiera lo vio alguna vez.

(…)

El departamento no era lujoso ni espacioso, pero estaba acondicionado con lo necesario para vivir tranquilamente. Pese a esos nimios detalles, las vistas eran fascinantes. Un pequeño balcón que adecuó de tal manera que era idóneo para perderse observando el ocaso.

Y también era triste.

Sin embargo, a pesar de todo, poco a poco se amoldaba a su nueva vida, a su nueva rutina.

La música era su mejor compañía; aquellas canciones de antaño de bandas que hoy día casi nadie escuchaba, él sí lo hacía.

Dream on, de Aerosmith sonó a través de los parlantes de la computadora portátil, inundando la estancia. Comenzó a tararear y luego dejó salir su voz. Cantar esa canción le produjo un malestar y recuerdos atiborraron su mente. Recuerdos de su infancia, adolescencia. Recuerdos que —si fueran por él—, desearía que desaparecieran de su memoria.

"Dream on, dream on

Dream yourself a dream come true

Dream on, dream on

Dream until your dream come true

Dream on, dream on, dream on..."

Cantar esa estrofa, esas palabras, provocaron que esbozara una sonrisa triste.

«Imposible, siempre lo supe», pensó.

Miró la larga lista de canciones. Todas ellas, todas esas canciones le traían recuerdos. Ni siquiera podía oír música sin que las memorias despertaran de su letargo.

Se cansó. Apagó todo. Ya no importaba.

Echó un rápido vistazo al reloj de pulsera. Se le hacía tarde…

****

¹Las monarcas que nacen en el verano tardío son diferentes. Estas son las que migran a México para pasar el invierno. Pueden vivir hasta 8 meses.

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