La transmisión de la conferencia todavía resonaba en todos los medios. No solo Alan la había visto. También Emma y Julia, en su casa, con la televisión encendida.
Julia apretaba los puños, sus ojos brillaban de furia.
—Te lo dije, mamá —soltó con rabia—. Esa oportunista solo estaba esperando el menor momento para meterse por los ojos de Alexander. Ahora será su esposa. ¡Ese lugar tenía que ser para mí!
Emma, con un gesto severo, no apartó la vista de la pantalla.
—Tenemos que apresurar los planes, hija. La única que puede detener esta locura es tu hermana. El niño la quiere y será un arma demasiado poderosa.
Julia soltó una carcajada amarga.
—¿Y cómo rayos piensas encontrar a Victoria? Si en todo este tiempo ni siquiera se ha comunicado con nosotras. Si no fuera por lo que Alexander nos da, estaríamos en la calle como dos indigentes.
Emma le lanzó una mirada de advertencia.
—No hables así de tu hermana. Sus razones tendrá para no ponerse en contacto. Ella sabe lo poderoso que es Alexa