Alan me sujetó con violencia, sacudiéndome como un demente. Su rostro estaba desencajado por la furia.
—Dime quién te dio ese anillo, Aurora. ¡Dime su nombre ahora mismo! ¿De verdad piensas que voy a dejar que te cases con otro? Estás muy equivocada. Vas a lamentar haberme engañado.
—¿Engañarte yo? —le respondí, sin poder contener la rabia—. No tienes vergüenza, Alan. ¿Con qué cara me reclamas, cuando tú llevas acostándote con Karoline desde que ella regresó? Antes me dolía cómo me tratabas, con esa frialdad que helaba hasta el alma. Siempre quise ser la esposa perfecta, pero ¿sabes qué? Me arrepiento con toda mi alma de haber desperdiciado tantos años contigo. Y más aún… de haberle quitado a mi hijo la oportunidad de ser feliz.
Su mirada se volvió más oscura. Me sujetó por el cuello con una fuerza que me cortó el aire.
—Ahora mismo me vas a decir el nombre del perro con el que te revuelcas. Voy a hacerlos pedazos a los dos.
Ya no era la misma de antes. La furia me dio fuerzas y le so