La pasión entre nosotros era abrumadora, jamás imaginé que pudiera llegar a experimentar algo tan intenso con otro hombre que no fuera Alan. Pero Alexander era distinto a todos, un hombre con la capacidad de llegar al corazón de cualquier mujer con sus gestos y detalles. En un principio lo juzgué mal, creí que era un hombre déspota y arrogante por la manera en la que se comportaba conmigo, pero conforme transcurrieron los días y se dio la convivencia entre nosotros, comprendí que todo aquello era solo una fachada que había construido tras la traición de Victoria.

—Me encantas, Aurora, no sé qué me pasa contigo, pero me vuelves loco —susurró con una intensidad que me estremeció.

Esas palabras encendieron la llama del deseo aún más dentro de mí. No podía dejar de besarlo, sentía el fuego de sus caricias recorrer mi piel, quería dejar caer la toalla para que no existieran más barreras entre nosotros… pero no podía hacerlo. Lo nuestro era solo un acuerdo, un matrimonio por contrato que se