Karoline abrazó a su hija con ternura, acariciándole el cabello como si quisiera grabar en ella una verdad torcida.
—Eres mi princesa, lo más importante del mundo para mí —susurró con dulzura fingida—. Pero juntas tenemos que recuperar a papá Alan, hacer que vuelva con nosotras. Esa bruja mala de Aurora nos lo quiso quitar, y no lo podemos permitir.
—¿Y cómo lo vamos a hacer, mamá? —preguntó Tiffany con inocencia, mirándola con esos ojos que sólo buscaban aprobación.
—Por ahora sólo quiero que descanses. Te daré algo para que duermas y mañana, cuando despiertes, dirás que te desmayaste porque te sentías mal. ¿De acuerdo, cariño?
La niña asintió obediente. Estaba demasiado entrenada por su madre como para dudar. Karoline le dio el sedante con un vaso de agua, y en pocos minutos Tiffany cayó profundamente dormida.
Apenas comprobó que la respiración de la pequeña se había calmado, Karoline tomó el teléfono con manos temblorosas y fingió un llanto desesperado.
—¡Alan, tienes que venir a