No puedo perderlos

La unidad de cuidados intensivos estaba sumida en un silencio inquietante; el aire era tan denso, tan cargado de tensión, que parecía imposible respirar. Alexander daba vueltas por todos lados, incapaz de mantenerse quieto, tratando de no perder la cabeza mientras Mel y Richard hacían lo posible por infundirle ánimos.

Cuando los médicos salieron, la gravedad en sus rostros habló antes que cualquiera de sus palabras. Alexander sintió una presión brutal en el pecho, un presentimiento oscuro que le heló la sangre.

—Señor King —comenzó el doctor—, la situación es grave. Su hijo tiene un golpe en la cabeza que, por fortuna, no pasó a mayores. Pero lo que nos preocupa es la zona del riñón trasplantado. El golpe lumbar podría causar problemas. Estamos haciendo todo lo posible para evitar un fallo.

Aquellas palabras fueron como cuchillas atravesándole el corazón. Su mundo entero tambaleó.

—Y respecto a la señora Aurora… —continuó el médico—. Su estado es delicado. Presenta múltiples lesiones
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