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Todo me da vueltas, siento unas grandes ganas de vomitar, siento el vacío de mi estómago dándome a entender que he pasado horas en este lugar extraño. Trato de ver algo, pero, me doy cuenta que aún tengo el pedazo de tela negra que cubre mis ojos. Al parecer estoy sentada en la silla y mis manos están amarradas, tan fuerte que siento que la soga o lo que sea que me sostiene, quema mi piel.
—¡Ayu…da! —mi voz suena tan débil. Me siento tan débil.
Trato de soltarme, pero, es imposible. Mis pies están amarrados de par en par a las patas de la silla donde estoy sentada. Me percato del frio del piso y me doy cuenta que no llevo los zapatos que estaba usando cuando estaba con Mijail. Siento un escalofrió recorrer mi espina dorsal, al recordar de que Paul ha traicionado a Mijail y realmente no veía venir eso. Según lo que Mijail ha contado, Paul ha sido o más bien era su hombre de confianza por más de diez años, Paul era el que llevaba las finanzas en los burdeles de mala muerte de Mijail