**LEONARDO**
Salgo de la residencia de Santiago sin mirar atrás, como si alejarme de él también significara abandonar esa diminuta chispa de esperanza que aún me sostenía.
Me cuesta respirar.
Como si el universo disfrutara jugar con mis emociones. Pienso en mi madre, su rostro borroso en los recuerdos, pero sus ojos... esos ojos tristes que desde hace años ya no he vuelto a ver. Y luego está mi hermano, ese milagro que ha comenzado a dar señales de despertar, después de años en coma. Una vida que llega justo cuando la mía parece apagarse.
Si Andrea jamás me recuerda, si Santiago decide ya no ayudarme.
¿Entonces para qué? ¿Para qué seguir fingiendo que esto tiene un propósito?
Las luces de la ciudad se desdibujan en el parabrisas del auto mientras avanzo por la avenida principal. El motor ruge suave, constante, pero dentro de mí hay un silencio que me carcome.
El zumbido del celular me arranca de mis pensamientos como un balde de agua helada. Miro la pantalla. El nombre que aparece es