**ANDREA**
Todo está en calma, como si el universo supiera que este instante lo cambia todo. Estoy de pie frente al lago donde mi historia con Santiago empezó, y ahora siento que es también el lugar donde debe renacer.
Él está detrás de mí. Puedo sentir su respiración agitada, el calor de su presencia, la tensión en el aire. Me tiembla el pecho, pero no de miedo. Es la presión de la verdad… esa verdad que tanto tiempo se mantuvo enterrada, acumulada como un grito que nunca me atreví a soltar.
Me muerdo el labio. Aprieto los puños. Y entonces, sin decir nada, lo siento acercarse. Sus brazos me rodean desde atrás, con esa mezcla de fuerza y ternura que siempre ha tenido el poder de romperme.
—Andrea… —susurra, con esa voz rota que apenas es un suspiro—. Ya no sé qué más hacer para que me perdones… para que dejes de odiarme.
Me doy la vuelta despacio, como si el aire a mi alrededor se hubiese vuelto más denso. Mis ojos buscan los suyos, y cuando por fin se encuentran, siento que me estoy