Poco tiempo después, los tres estaban entrando a la estación de policía. Las miradas eran todas hacía ellos, era más que obvio que ninguno de los tres pertenecía a ese lugar.
—Pero miren, ahora dejan entrar a cualquiera —escuchan la burla detrás de ellos.
—No te preocupes, Cooper —habla Ian—. Haremos lo posible para que no te dejen volver a entrar.
—Siempre tan creativo, Russel —se mofa—. ¿Cómo le está yendo la vida de casado, Medina?
—Excelente, como en todo —responde con egocentrismo provocando que Dylan ruede sus ojos, y Cooper se ríe entre los dientes.
—¿A qué debe el honor de tenerlos aquí? —cuestiona mirando de reojo a Dylan.
—Quintana —responde Russel.
Cooper lo observa elevando una ceja.
—¿Los muertos delinquen? —indaga Cooper sin comprender.
—Quintana Jr —suelta Gaby sonriendo.
—El hijo, Guillermo Quintana —expresa Dylan.
-Si. Eso —suspira Cooper.
—¿Lo sabías? —cuestiona Medina mirando fijo al jefe de departamento.
-Si; De hecho, sé que mi segundo al mando puso a una caza rec