Mattia miraba al techo con suma atención, como si este fuera capaz de otorgarle las soluciones que tanto necesitaba.
Tomó su pequeño reloj de la mesita junto a la cama y suspiró, al ver que apenas daban las diez.
Adhara nunca volvía hasta pasada la media noche y aunque le costaba admitirlo, un deje de preocupación se asentaba en su pecho cada vez que esta se marchaba.
Sabía que la joven ya estaba acostumbrada a transitar aquellas calles a esa hora, pero, aquel sentimiento estaba ahí, arraigandose de a poco en su corazón.
Al principio creyó que era por el miedo a que algo le pasara y no tener a nadie que pudiera ayudarle, pero ahora, se daba cuenta que no era solamente eso.
El lugar se sentía vacío sin ella...
- No te acostumbres Mattia.- Susurró con un suspiro.- Mucho menos pienses en encariñarte con ella. Ya estás lo suficientemente roto como para que busques infligirte una herida más.
Cerró sus ojos con fuerza, tratando de evitar seguir pensando.
Pero su mente no le permitía descans