120. LA DECISIÓN DE ELVIRA
Elvira llamó a un sirviente y le pidió que le sirviera un té en el jardín. Mientras esperaba, buscó en su bolso algo que siempre había guardado consigo: un hermoso anillo con un diamante deslumbrante. Para ella, era la prueba tangible de que la felicidad descrita en las historias de amor existía. Lo había experimentado, y podía reconocerla ahora en la mirada de su hijo.
Con sumo cuidado, se deslizó el anillo en el dedo. Cada faceta del diamante reflejaba la luz del sol, enviando destellos danzantes. Era un recordatorio de su propio amor perdido, una promesa de la felicidad que su hijo ahora tenía, y una señal de la lucha que estaba dispuesta a emprender para proteger esa felicidad.
Con el anillo en su dedo y la determinación ardiendo en su corazón, Elvira caminó hacia el jardín. Mientras descendía las escaleras de la terraza, podía escuchar las risas, un sonido que fortalecía su resolución.
Se sentó en una silla, aceptó la taza de té que le ofreció el sirviente y miró a su famili