La mansión Bourth estaba en silencio esa mañana. Los pasillos, amplios y luminosos, parecían ser el único lugar donde la calma reinaba, mientras afuera el viento jugaba con las copas de los árboles que rodeaban la propiedad. Roque, siempre atento a los detalles, no se permitió un solo respiro. Desde la llegada de Isabel, su vigilancia había aumentado. Había algo en ella que no terminaba de encajar, y sabía que su presencia en la ciudad no era una coincidencia. Ayer, al rastrear sus movimientos, Roque había descubierto algo que inquietaba a todos. Isabel había comprado boletos para Costa Azul, y su vuelo salía en dos días.
Decidió que no podía esperar más para hablar con Alicia, la matriarca de la familia Bianco, madre de Enzo, quien aún no sabía sobre la situación. La encontró revisando informes en una de las salas del complejo, con su mirada fija en las pantallas que monitoreaban los alrededores.
—Alicia —comenzó Roque, su tono grave—, necesitamos hablar.
Ella levantó la vista, notan