El sol de la tarde se filtraba por las persianas del salón de Cynthia, pintando el suelo de madera con franjas doradas. Estrella estaba sentada en el sofá, con los auriculares puestos y los dedos moviéndose silenciosamente en el aire, imaginando las teclas del piano. Clara, por su parte, garabateaba un dibujo con ceras de colores en la mesa de centro, concentrada en su obra.

Cynthia las observaba desde la cocina, donde preparaba unas arepas rellenas, un festín vespertino que siempre disfrutaban juntas. El olor a maíz cocido y queso derretido llenaba el aire, pero hoy, ese aroma familiar se mezclaba con una punzada de nerviosismo en su estómago.

¿Cómo les diría? Mathias había sido tan claro, tan sincero, y la idea la emocionaba profundamente, pero sus hijas eran su prioridad.

Se aclaró la garganta, y Clara levantó la vista, sonriendo.

—Mami, ¿ya casi está? Tengo mucha hambre.

—Ya casi, mi amor. Vengan aquí un momento, por favor. Necesito hablar con ustedes.

Estrella se quitó los auric