Cuando Cynthia volvió al pasillo, lo encontró aún ahí, de pie, con las manos en los bolsillos y la mirada clavada en la nada. Ella se detuvo frente a él, con el rostro agotado y una ternura que no logró ocultar del todo. Mathias parecía un cachorro abandonado por su dueño. A ese que espera pacientemente y vagamente alza la mirada para ver si vienen por él.

—Va a pasar la noche bien. Ya se durmió —le informó, haciendo que levantara la vista.

Mathias asintió, pero no dijo nada. Entonces ella lo observó más detenidamente. Sus zapatos estaban desatados, el saco arrugado, y había algo en su expresión que le habló de cansancio más allá del físico.

Quizá era preocupación por ellas… probablemente, era algo más y completamente ajeno a su pequeña familia.

—¿Quieres quedarte? —preguntó de pronto, sin pensarlo demasiado. Se arrepintió, al escucharse decir eso, pero ya no había vuelta atrás.

Él la miró, como si no hubiera entendido.

—¿Aquí? —la sorpresa lo invadió después.

—Sí. Puedes dormir en e