La lluvia seguía golpeando con suavidad los cristales cuando Mathias se levantó para enjuagar las tazas. Cynthia lo observó en silencio desde la mesa, con los dedos entrelazados y los pensamientos arremolinándose en su mente.

Cuando él regresó, no se sentó. Se apoyó levemente en el respaldo de la silla, como si estuviera decidiendo si irse o quedarse un minuto más.

—Debería irme antes de que Clara me obligue a leerle un cuento a Tito —dijo, con una sonrisa cómplice.

Cynthia asintió, aunque no se movió.

—No te sorprendas si un día te pide que le construyas una casa para peluches. Con planos y permisos incluidos.

Mathias soltó una carcajada baja.

—Bueno, tengo experiencia levantando estructuras imposibles.

Hubo un silencio cómodo, y por un segundo, sus miradas volvieron a encontrarse. Pero esta vez no hubo miedo, ni urgencia. Solo un entendimiento silencioso entre dos personas que, a pesar del pasado, estaban empezando a mirar hacia el mismo lugar.

Mathias dió un paso hacia la puerta, y