24. Pasando el día juntos.
Alexander llevaba una semana sin poder tocar a su esposa, una maldita semana durmiendo en el ancestral castillo Deveroux, en el ala contraria a donde ella se encontraba. Apenas podían besarse a escondidas, pero siempre había gente tras ellos, intentando que no se quedaran a solas.
Despertó de mal humor; estaba frustrado sexualmente y además odiaba despertar solo, sin su esposa. Caminó hasta el comedor esperando verla, pero allí solo encontró a Antuan. Ni Sophie ni Franchesca estaban allí, como era habitual a la hora del desayuno.
—¿Dónde está mi esposa? —preguntó Alexander, sentándose en la mesa para empezar a desayunar.
—No será tu esposa hasta el amanecer —aseguró Antuan sin levantar la mirada de su periódico—. Eso, o no verás un nuevo amanecer. Tal vez eso sea lo más probable.
En ese momento, Antuan levantó la mirada y la fijó en el posible hijo de su mejor amigo. En realidad, conservaba la esperanza de que realmente fuera hijo de Robert y se transformara aquella noche. La forma en