Capítulo 88

—No hay cambios —dijo Alastair esa mañana al reunirse con Calia y Darren junto al pozo. Su voz era grave, frustrada—. A veces duerme, pero cuando despierta… está peor.

Siete días habían pasado desde que llegaron al convento.

El aire en el interior era más ligero, respirable. Habían logrado arreglar techos, llenar estancias de nuevo con vida y limpiar los vestigios del abandono. Sin embargo, en el sótano, el corazón del refugio palpitaba con furia y desesperación.

Aleckey seguía en su forma de lobo. Encadenado con las gruesas ataduras de plata, su cuerpo cubierto de pelaje rojizo se agitaba con cada intento por soltarse. Las marcas ardían en su piel; cada vez que se acercaban a alimentarlo, gruñía con una fiereza que erizaba la piel, incluso a sus betas.

Calia apretó los puños.

—Ni siquiera me reconoce

—Es lo que temía —dijo Darren—. Intenta morder a quien se le acerque. Incluso a ti, luna. No parece que su mente esté allí, creo que su alma sea perdido.

—Sigue allí, es cuestión de segu
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