Axel y Asher caminaron en silencio por el bosque, no muy lejos de la cabaña que compartían, la tensión palpable entre ellos. Las hojas crujían bajo sus pies y la brisa nocturna agitaba las ramas de los árboles, pero nada de eso lograba distraerlos del peso de su discusión pendiente después de pelear en la frontera.
—Esto no puede seguir así —rompió el silencio Asher, cruzándose de brazos mientras se detenía bajo la luz plateada de la luna—. Luz no nos ha dirigido la palabra desde que peleamos.
Axel se giró hacia él con una expresión dura. Su hermano era su reflejo, pero en ese momento lo veía como su mayor rival.
—¿Y qué propones? ¿Que simplemente me haga a un lado y te deje el camino libre? —espetó con un tono de amargura.
Asher suspiró, pasando una mano por su cabello.
—No se trata de eso. Se trata de ella. Luz nos importa a los dos, y la estamos haciendo sufrir con nuestras peleas. ¿Realmente queremos seguir lastimándola por nuestro ego?
Axel apretó los puños. Tenía razón. Luz era