Capítulo 117

Calia no había pegado el ojo. Seguía sentada en el borde de la cama, con los pies descalzos sobre el suelo frío, abrazando con cuidado al pequeño Zadkiel, que dormía profundamente en su regazo. Cada cierto tiempo, ella lo alzaba, lo besaba, olía su coronilla, buscando consuelo en la inocente presencia de su hijo, como si eso bastara para no derrumbarse tras el rechazo cruel de Aleckey.

El golpe en la puerta fue suave, respetuoso.

—¿Luna Calia? —dijo una voz femenina al otro lado—. Soy la doctora Mirea, enviada por orden del rey para revisar al cachorro.

Calia respiró hondo, tratando de recomponerse. Se levantó, aún vestida con la bata sencilla que usaba para dormir, y abrió la puerta.

La mujer que esperaba del otro lado tenía el cabello recogido en un moño apretado, gafas redondas y una bolsa de cuero colgando de un hombro. Su expresión era amable, pero profesional.

—Buenos días, doctora. Pase —dijo Calia con la voz baja, apartándose para dejarla entrar.

La doctora Mirea inclinó la ca
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