KAELA:
No podía creer que había sido salvada por Kaesar. Mi alegría era tanta que lo abrazaba una y otra vez con incredulidad, porque sabía que estuve a punto de ser enterrada o masacrada viva si él no hubiera intervenido. Tomé la mano de su Beta, Otar, y miré a los ojos a mi Alfa. Sonreímos en un asentimiento y dijimos el sortilegio que nos trasladó de inmediato al valle, justo donde mi Beta tenía a toda la manada reunida y temerosa de que hubiéramos desaparecido, dejándolos atrapados en una burbuja de tiempo mágica. Mi Beta corrió hacia mí de inmediato.
—¿Qué sucedió, mi Luna? ¿Por qué no aparecieron antes? ¿Dónde está mi hijo, Ilán? —preguntó, lleno de temor.—Espera un momento, Rouf. Deja que tome aire y me siente —dije, sintiendo que las fuerzas me fallaban—.