KAESAR:
Habíamos regresado al valle casi al amanecer. La terrible escena que nos recibió nos encogió el corazón. Habíamos ganado esta batalla, pero el precio había sido alto. Somos los Alfas Reales encargados del orden y el equilibrio del mundo de los licántropos, y ahora había una gran cantidad de ellos tirados sin vida en el valle. Por un instante, mi Luna y yo nos quedamos con los corazones encogidos, sintiendo que habíamos fallado como Alfas Reales.
Mi Luna, Kaela, se acercó a uno de los cuerpos caídos y se arrodilló junto a él. Sus ojos dorados brillaban con lágrimas contenidas mientras acariciaba el rostro del joven guerrero. —Cada uno de ellos tenía una familia, Kaesar —susurró con voz quebrada—. Cada uno era hijo, hermano, padre... Me acerqué a ella y coloqué mi mano sobre su hombro. El