151. ALFA Y LUNA UNA ETERNIDAD
KAELA:
Había un terror tan grande en el sonido del grito de mi Alfa, tan grande como jamás lo había escuchado. Todo era perfecto: el sol brillante, el canto de los pájaros que llenaba el claro, el aullido de alegría de los lobos. Pensaba que el universo entero estaba conspirando para que todo fuera perfecto, para que este día fuese único. Solo faltaban ellos, mis padres, y ahora estaban materializados aquí, delante de mí, con los brazos abiertos.
Cerré los ojos y respiré profundamente, pensando que era mi imaginación y los grandes deseos que tenía de verlos en ese día. Nunca me había sentido así; mi loba dentro de mí hacía eco de mi propia emoción. Ella también estaba emocionada de verlos. Abrí los ojos rápidamente; ¿y si hubieran podido venir como lo hicieron nuestros ancestros? Después de todo, ellos eran los míos.
Podía ver su figura frente a mí: mis padres habían venido a mi boda, estaban aquí. Primero como sombras etéreas, figuras vagamente familiares que me hicieron temblar