El ambiente en la oficina estaba más tenso de lo habitual. Gonzalo lo sintió en cuanto vio aparecer a su abuelo, Rafael Ferraz, acompañado de su primo, Fernando, el tipo al que menos le apetecía ver antes de un café.
Rafael, con su elegancia imponente, entró con paso firme, ignorando la guerra fría que claramente se instaló en la habitación en cuanto los primos cruzaron mirada.
—Vamos a esperar aquí hasta que empiece la reunión de directorio —anunció el anciano, tomando asiento en el sofá de la oficina de Gonzalo.
Fernando se acomodó en la silla frente al escritorio, con esa sonrisa de suficiencia que Gonzalo odiaba con cada fibra de su ser.
Y entonces apareció Clara.
Vestida con un conjunto elegante, pero sencillo, con su cabello perfectamente recogido y la misma actitud profesional de siempre, entró con una carpeta en la mano y una sonrisa educada.
—Señor Ferraz, aquí está la documentación que solicitó para la reunión —dijo, colocando los papeles sobre el escritorio de Gonzalo.
Antes