Mundo de ficçãoIniciar sessãoPOV CLARA
Salgo corriendo en cuanto termino de escuchar lo que Hernán habla con su padre. Por supuesto, ellos no saben que hoy tengo los sentidos más agudizados, por lo que pude escuchar todo lo que decían.
Me siento en el banco de una plaza, a unas cinco cuadras de la oficina. Ni siquiera sé cómo llegué hasta acá, pero necesito alejarme de todo por un momento. El aire fresco y el sonido de los pájaros no logran calmar mi mente. Todo lo que escuché sigue retumbando en mi cabeza.
¿Despertar mi lobo? ¿Un ultimátum? ¿Samantha? Todo suena como una pesadilla. ¿Por qué Hernán no me contó nada de esto? ¿No confía en mí lo suficiente? La incertidumbre me carcome. ¿Y si no tengo un lobo? ¿Qué pasará con nosotros?
La idea de Hernán siendo forzado a casarse con esa tal Samantha me revuelve el estómago. Puedo imaginarme cuánto significa la manada para él, y la presión que debe estar sintiendo debe ser inmensa, pero también me duele pensar que nuestra relación dependa de algo que está fuera de mi control.
¿Y si no logro despertar a ese supuesto lobo que, según ellos, debería tener? ¿Nos veremos obligados a separarnos? ¿Será capaz Hernán de dejarlo todo, convertirse en un renegado, solo por estar conmigo?
Respiro hondo, intentando calmarme. Necesito claridad, pero mi mente es un torbellino de pensamientos y emociones. La imagen de Hernán, siempre tan fuerte y seguro, ahora parece frágil y vulnerable ante las demandas de su padre.
Lo peor de todo es que nadie me puede ayudar en esto. ¿Decirle a mi psicóloga lo que me está pasando? ¡Me va a internar en un psiquiátrico si le llego a hablar de este mundo de lobos!
¿Y si en realidad estoy loca y todo esto es producto de mi imaginación? Me río por lo bajo. Puede ser, quizás las pesadillas, las pastillas para dormir y el trauma de haber perdido a mis padres me están generando estas alucinaciones.
Miro mis manos, temblorosas, y me pregunto si puedo confiar en lo que siento. La conexión con Hernán es real, tan palpable como el dolor que siento en este momento, pero, ¿y si todo esto es solo una ilusión?
De repente, siento una presencia cercana. Levanto la vista y veo a Hernán acercándose a mí. Su rostro refleja una mezcla de preocupación y alivio al verme. Sin decir una palabra, se sienta a mi lado en el banco, tomando mis manos entre las suyas.
—Clara, me preocupé cuando no te encontré en la oficina —dice con voz suave.
—Lo siento —murmuro, mis ojos se llenan de lágrimas—. Necesitaba tiempo para pensar.
Hernán asiente, comprensivo.
—Lo entiendo. Yo también estoy tratando de encontrar la mejor manera de manejar todo esto.
Nos quedamos en silencio por un momento, dejando que la calma de la plaza nos envuelva. Finalmente, reúno el valor para hablar.
—Hernán, escuché lo que hablaste con tu padre. Sobre despertar mi lobo y el ultimátum... todo. —Mi voz tiembla al decirlo—. Y me asusta, porque no sé si tengo un lobo dentro de mí. ¿Y si no logro despertarlo?
Él aprieta mis manos con más fuerza, sus ojos reflejan su propia angustia.
—Clara, no tienes que enfrentar esto sola. Lo que importa es que estemos juntos en esto. Si no logras despertar tu lobo, encontraremos otra manera. No dejaré que nadie nos separe. Incluso si eso significa convertirme en un renegado —responde.
—¿Qué significa eso? —interrogo.
—Ser desterrado de mi manada por no cumplir las reglas, o retirarme por cuenta por no aceptarlas. No quiero una vida sin ti, Clara. Prefiero enfrentar cualquier desafío a tu lado que seguir las expectativas de mi padre sin ti.
Sus palabras me reconfortan, pero también me asustan. La magnitud de lo que estamos enfrentando es inmensa, y no quiero ser la razón por la que Hernán tenga que sacrificar tanto.
—Pero, Hernán, tu manada, tu familia… todo eso es importante para ti. No quiero que pierdas todo por mi culpa.
—No lo perderé todo, Clara —manifiesta con dulzura—. Te tendré a ti, eso es lo que más importa. Mi familia y mi manada tendrán que entenderlo. Y, si no lo hacen, entonces encontraremos nuestro propio camino. —Al ver que no contesto, suspira—. Dime algo, por favor, ¿qué estás sintiendo ahora?
—Tengo tantas, tantas preguntas en mi cabeza. Me cuesta…
—Tranquila —dice, acariciando mi espalda con suavidad—. Dime alguna.
—Para empezar, ¿cómo es posible que tenga un lobo si toda mi familia es humana?
—Bueno, a veces se saltan descendencias. Quizás tuviste algún ancestro lobo del que nunca escuchaste —replica.
—¿Y por qué se estaría despertando ahora? —inquiero. Se encoge de hombros.
—Tu loba debe estar sintiendo la presencia de Lyke, la conexión es más fuerte que cualquier cosa.
—Lyke… —repito, asimilando la palabra—. Es decir, tú.
Asiente, mirándome con una mezcla de ternura y preocupación.
—Sí, es una unión extraña. Es como un ser distinto, con pensamientos y opiniones diferentes, pero soy yo, al fin y al cabo.
—¿Y qué significa ser “marcado”? —cuestiono con tono dubitativo.
Él me mira con una media sonrisa y me acaricia el dorso de la mano con suavidad.
—Bueno, eso ocurre cuando nos apareamos —responde, encogiendo los hombros.
Me atraganto con mi propia saliva y me río de manera divertida.
—¿Aparearse? —expreso—. Eso solo lo hacen los ani… —me interrumpo a mí misma y tapo mi boca al darme cuenta de lo que estoy diciendo.
Por supuesto que se aparean, ¡son lobos! Hernán suelta una carcajada y me sorprendo. Nunca había escuchado su risa genuina. Es increíblemente hermosa y masculina. Tengo que contener un suspiro.
—Somos animales, sí —afirma—. De todos modos, lo hacemos como humanos, así que, en teoría, es teniendo sexo —agrega mirándome con interés para ver mi reacción.
Siento que mi cara arde y mi piel debe estar de color violeta.
—¿Y cómo…? —Sacudo la cabeza para poner mis pensamientos en orden—. ¿Cómo se hace la marca?
—Bueno… ¿quieres la teoría o la práctica? —pregunta con tono travieso. Suelto una risita nerviosa.
—Me gustaría conocer la teoría por ahora —contesto.
—Bien, vamos a almorzar y te explico, muero de hambre.
Asiento con la cabeza y ambos nos ponemos de pie para dirigirnos a un restaurante cercano.
Entramos al primero que vemos y, por desgracia, nos encontramos con Valeria y dos personas de la empresa que reconozco de vista.
Los tres nos miran con curiosidad, pero Valeria hace un gesto levantando la mano, indicando que nos unamos a ellos.
Hernán se tensa y solo susurra un “sígueme la corriente” entre dientes.
—Valeria, Gonzalo, Martín, qué gusto verlos —les dice mi acompañante esbozando una pequeña sonrisa—. Me temo que no podemos acompañarlos, Clara y yo tenemos que hablar de algunos asuntos sobre los cambios de la empresa.
—¡Podemos saber! Somos parte… —comienza a decir la rubia.
—Es privado —la interrumpe Hernán con voz firme y autoritaria.
Valeria baja la cabeza enseguida y a mí eso me provoca un deseo impresionante.
—Buen provecho —dice mi jefe antes de irse y dirigirnos a una mesa apartada para dos personas.
Estamos en silencio hasta que nos traen la comida, pero en ese tiempo hubo un juego de miradas y sonrisas que no pasaban desapercibidas. Mi corazón late tan fuerte que suena hasta en mis oídos, siento una atracción instintiva hacia él, prácticamente animal, que no estoy logrando contener.
El tener los sentidos a mil no ayuda mucho, su aroma es completamente embriagador, se nota lleno de testosterona y deseo. Pero… ¿qué estoy diciendo?
—Clara —me llama—. ¿Me estás escuchando? —agrega de manera divertida.
—¿Qué pasó?
—Te llamé varias veces —responde, poniéndole sal a su risotto. Yo miro mi ensalada César y suspiro. Muero de hambre, debería haber pedido algo más llenador—. ¿Estás bien? —inquiere ahora con tono preocupado.
—Sí, sí, lo siento, solo estoy un poco distraída. ¿Qué decías?
—Sobre la teoría de la marca…
—Ah, no —lo interrumpo—. Quiero pasar a la práctica.







