Capítulo 65. Interrogatorio maternal
Un par de horas después, cuando el silencio había vuelto a instalarse, ese que no es paz sino tregua, el teléfono vibró sobre la mesita.
El corazón me dio un pequeño salto antes de mirar la pantalla.
Ginevra Valentini: No he podido librarme de la reunión. Va para largo.
¿Cómo estás?
Sonreí sin poder evitarlo.
Solo ella podía preguntar algo tan simple y que sonara como si realmente importara.
Le respondí apoyando el celular sobre el estómago, con los dedos algo torpes todavía por el analgésico
Yo: Vivo. Lo cual, según mis padres, ya es un logro.
Tú sobreviviendo a una reunión de comitente también cuenta como hazaña.
Tardó un poco en contestar. Casi pude imaginarla revisando planos mientras tecleaba con una sola mano, el ceño fruncido y el blazer perfectamente abrochado.
Ginevra Valentini: No sabes cuánto. Uno de ellos acaba de usar la palabra “inergia”.
Mándame morfina.
Solté una risa que me dolió en las costillas, pero valió la pena.
Yo: No puedo darte de mí morfina, pero puedo ofrece