Capítulo 48. De aquí no te mueves
El almuerzo terminó entre tazas vacías y ese silencio de sobremesa que nunca es realmente silencio.
Las conversaciones se fueron apagando poco a poco, como si todos intentaran no tocar el tema que seguía flotando en el aire, denso, invisible, incómodo.
Paolo fue el primero en ponerse de pie, ayudando a la Nonna con el abrigo.
—Bueno, antes de que se haga de noche… —anunció, mirando a su alrededor.
Amélie ya tenía su cartera en la mano, y Francesco asintió enseguida, feliz de tener una excusa para irse.
—Llévalos con cuidado —dijo Eleonor, despidiéndose con besos a cada uno.
—Gracias por todo, querida —respondió Amélie, con esa sonrisa que parecía siempre un poco ensayada.
La Nonna se acercó a mí antes de salir y me dio una palmada en el brazo.
—Buen trabajo, muchacho. Sobreviviste —dijo con un guiño.
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, el silencio se instaló con una claridad casi física.
El tipo de calma que no tranquiliza, sino que deja expuesto todo lo que se estaba escondien