Ethan no ha dormido ni un minuto. La noche ha sido una tortura lenta, un desfile de pensamientos encadenados que no le han dado tregua.
Se pasea por el salón en penumbras como un animal encerrado, con el ceño fruncido y los puños apretados. Su mente gira en espiral, atrapada en las imágenes, en los nombres, en las voces.
Clara. La chica idéntica a Clara. Samuel.
Todo lo que Clara le contó sobre su madre, sobre la desaparición de su hermana, sobre el infierno que fue su infancia, ahora regresa con una nitidez perturbadora.
Las piezas comienzan a caer en su sitio como losas pesadas. El comportamiento errático de Clara, sus lapsos de memoria, las reacciones que no cuadraban, la sensación inquietante de que algo no estaba bien...
¿Y si Clara tenía razón? ¿Y si no era paranoia? ¿Y si, en realidad, alguien se había estado haciendo pasar por ella?
Ethan se detiene frente a la ventana, el rostro bañado por el tenue resplandor del amanecer. Siente un escalofrío recorrerle la columna.
La pos