79. Y usted es… ¿Nos conocemos?
Nadia observaba la escena, comprendiendo de repente la realidad que ataba a Said. La imposibilidad de elegir pareja libremente, de estar con la mujer que amaba. Un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿sería esa mujer una persona casada, o tal vez divorciada?
En este mundo, el origen de una mujer importaba poco, siempre y cuando conservara su pureza y castidad. Nadia estaba segura de que el padre de Said no se habría opuesto a una artista como pareja para su hijo. El futuro de una mujer no era relevante, pues se asumía que su único destino era ser madre y esposa obediente.
Un amargo sarcasmo se apoderó de Nadia mientras arrancaba un pétalo de la rosa. Recordó la reacción de su padre cuando le confesó su amor por un pintor: la había juzgado y condenado, asegurando que esos artistas solo conducirían a la ruina a una familia como la suya. Como si alguien pudiera amenazar la vasta fortuna que poseían, dueños de un tercio de los pozos petrolíferos de Irán.
Sin embargo, la preocupación actual