Amir caminaba junto a Irina por los pasillos del castillo, asegurándose de pasar por los lugares cerrados al público. Tenía algo muy claro: no quería implicarla en lo que ocurría en sus fiestas, la quería muy lejos de las orgias, los bailes y los excesos que sucedían durante esos tres días.Aunque sabía que Irina no era una persona inocente y que, desgraciadamente, había tenido que comerciar con su cuerpo, Amir prefería pensar que, a partir de ahora, podría protegerla de todos y de todo, que podría construir una muralla a su alrededor y que nada ni nadie la rozara, le respirara cerca si pudiera hasta evitaría que la miraran. Todos excepto él, claro.Tardaron poco menos de diez minutos en llegar a la mazmorra donde William estaba encerrado. El hombre no tardó nada en levantar la vista y mirarlos con una sonrisa de oreja a oreja que demostraba que estaban actuando exactamente como esperaba que lo hiciera.—Si estáis aquí los dos, supongo que no debe ser muy malo lo que sucederá conmigo,
Amir examinaba decenas de pensamientos que pasaban por su mente en cuestión de segundos mientras escuchaba hablar al americano, pero hubo uno que se hizo más fuerte que los demás, que pesaba con la fuerza de una enorme losa y parecía amenazar con aplastarlo, la seguridad de Irina, que algo le sucediera a su lado, que ahora que la tenía para él no fuera capaz de protegerla.No, Amir se negaba a perderla, a soltarla ahora que era suya, sin duda daría la vida por ella si hiciera falta.Se adelantó moviéndose con rapidez y antes de que Irina pudiera detenerlo o William verlo venir, llevó una mano a su cuello y lo hizo levantarse, Amir era un hombre grande, pero no parecía que pudiera poseer esa fuerza tan descomunal como la que estaba demostrando en ese instante.La espalda de William impactó con la pared más cercana mientras Amir lo agarraba del cuello apretando lo justo para no ahogarlo del todo, pero lo suficiente como para que sintiera peligrar su capacidad de respirar.— ¡Amir, suélt
— Encárgate de todo — le pidió Amir a aquel hombre algo mayor que lo había asistido antes, ese hombre todavía seguía con su antifaz puesto, aún así, se podía ver la seriedad bajo la máscara, en su comportamiento y en la forma en que se movía o se dirigía a Amir.El enmascarado solo asintió y Amir se giró para caminar con Irina hasta el coche, todavía la llevaba sujeta de la mano, como si al soltarla ella pudiera desvanecerse y alejarse de su lado, como si no pudiera terminar de creer que por fin la tenía con él.— ¿Quién es?— preguntó Irina curiosa una vez Amir le abrió la puerta del coche.Él no contestó al instante, la dejó entrar y cerró la puerta tras ella, caminó alrededor del vehículo para llegar al otro lado y luego se sentó al volante de aquel elegante deportivo de color gris.— Es Sven, mi mayordomo— empezó a explicar mientras se abrochaba el cinturón de seguridad — pero es mucho más que eso, también es mi hombre de confianza— levantó la mirada para observar a Irina — es un
— Póntelo — exigió observándola desde su asiento. Era perfecta, no había visto nada más bonito en su vida y el probador estaba rodeado de espejos, así que podía verla desde todos los ángulos.Irina no tardó en colocarse la lencería haciendo sonreír a Amir porque, ante él, volvía a ser esa adolescente, volvía a ver inocencia en ella, volvía a tener vergüenza y él adoraba esa parte de ella que estaba seguro de que solo salía en su presencia.—Ven aquí — exigió sin dejar de observarla. Su voz era ligeramente más grave y el pantalón le apretaba a causa de la erección que ya ocultaba en el interior.Irina caminó hasta él, quedando de pie frente a Amir, clavando sus enormes y azules ojos en los negros del árabe con esa mirada que verá capaz de derretirlo ¿Sería consciente de todo lo que ble provocaba solo con mirarla así?Amir subió una mano por su muslo derecho, acariciándola e inclinándose para besarlo.— Voy a saborear tu piel todos los días, voy a llenarme de ti todo el tiempo, no te de
Estaba exhausta, extasiada por el placer que acababa de experimentar. Nunca creyó que llegaría ese momento en que disfrutaría haciendo el amor con el hombre al que realmente amaba. Porque era cierto, Irina había entregado su cuerpo muchas veces. Algunas incluso había disfrutado del placer sexual, pero jamás había hecho el amor. Y con él... con él sentía que su corazón quería salirse de su pecho, explotar cada vez que estaban juntos, por lo mucho que lo amaba, por lo mucho que sentía por él. Cuando se encontraba entre sus brazos, Irina sentía que moría y renacía.― Irina... ― Amir acarició ese hermoso rostro había dejado de extrañar en todos esos años sin ella, estaba levemente sonrojada por lo que acababa de suceder entre ellos, y la veía aún más hermosa, despeinada, entregada a él―. Cásate conmigo... cásate conmigo ya. Si ha de ser, mañana como muy tarde, aunque prefiero que sea hoy, sé mi esposa, Irina, se mi esposa y no te separes nunca más de mí.Esas palabras la sacaron de sus di
Irina entró en aquel enorme probador con los tres vestidos de novia y no podía apartar la mirada de las elegantes telas, de los encajes y los detalles meticulosamente elaborados. Ni siquiera se fijó en el rostro sonrojado de la dependienta, porque no podía ver más allá de los vestidos de novia y de la propuesta que le acababa de hacer el hombre que había amado siempre, pero sobre todo cuando se arrodilló y le pidió matrimonio.Las lágrimas comenzaron a empañar sus ojos mientras un nudo se formaba en su garganta. Incapaz de contener la oleada de emociones, Irina dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas en silencio, como testigos de la felicidad y la incredulidad que inundaban su corazón.Amir permanecía arrodillado manteniendo su mano agarrada notando como los ojos se le llenaban de lágrimas.― Irina, mi amor... ―susurró con dulzura por todo ese amor que sentía por ella―. No puedo esperar más para llamarte mi esposa, para compartir cada momento contigo, para amarte más de lo que
Irina y Amir llegaron frente al juez de paz, quien los esperaba con una sonrisa cálida. Amir había movido todos sus contactos para hacer posible que pudieran casarse ese mismo día, y ahora estaban frente al hombre que oficializaría su unión.El sol brillaba alto en el cielo, como si celebrara junto a ellos este momento especial. Irina miraba a su alrededor, asombrada por la rapidez con la que todo se había organizado. Los detalles, como las flores frescas y el suave murmullo de la fuente cercana, añadían un toque de encanto al lugar.Amir tomó la mano de Irina con ternura, sus ojos reflejaban la emoción y el amor que sentía por ella. Sus dedos se entrelazaban con ternura mientras caminaban hacia el juez de paz, listos para dar el siguiente paso, lo que los llevaría a ser marido y mujer, aquello que los haría un único ser, aquello que creían los mantendría unidos para siempre.― Estamos aquí, mi amor ―susurró Amir, con una sonrisa oreja oreja adornando su rostro― Todo está listo para c
Amir llevaba a Irina en brazos por el umbral de la habitación. La luz cálida del atardecer se filtraba a través de las cortinas, bañando el espacio en tonos dorados y creando una atmósfera de intimidad que era perfecta para el instante que estaban viviendo juntos.Irina se aferraba al cuerpo de su recién estrenado esposo sin ser capaz de aceptar todavía que ya era suyo, que por fin estaban juntos y lejos de las garras de Asad. Sin embargo, un pensamiento en Asad la llenó de temor; debía contarle todo antes de que fuera más tarde, pero no quería estropear su primera noche como recién casados juntos.― Bienvenida a nuestro refugio de amor ―susurró Amir con ternura, depositándola con suavidad sobre la cama, adornada con pétalos de rosa y sutiles fragancias afrutadas que danzaban en el aire.Irina le sonrió por las palabras de amor, sus ojos brillaban llenos de esa emoción que él le provocaba, esa hermosa experiencia que vivía en sus brazos, esa vida que les esperaba juntos.― Es perfect