Por más que puse todo mi empeño en mantenerme alejada del personal de servicio fue una batalla perdida desde el principio, parecía que la propia ama de llaves de Alejandro una mujer imponente y de modales estrictos había dado instrucciones sumamente precisas e inamovibles un equipo de mujeres expertas en su labor debía recoger absolutamente todas mis pertenencias hasta el último objeto personal y trasladarlas sin excepción a la habitación conyugal.
Protesta en numerosas ocasiones elevando mi voz con una mezcla de frustración y desesperación, me negué con firmeza a cooperar insistiendo en que no era necesario. Este cambio sin embargo ella apenas me dedicó una mirada glacial una expresión fría cargada de desaprobación silenciosa como Sí mi resistencia mi angustia fuera simplemente una molestia menor un pequeño inconveniente en sus planes meticulosamente trazados.
La sola idea de compartir habitación oficialmente con mi esposo ese título que me quemaba en la lengua me revolvía el estóma