Alejandro
La casa estaba inusualmente silenciosa para ser tan temprano el sol apenas se filtraba por las ventanas altas del comedor iluminando con matices dorados la madera pulida de la mesa principal.
Ell café humeaba en mi taza fuerte y amargo tal como lo necesitaba, después de la noche que habíamos compartido o sufrido según se mire porque ahí me había rozado dormida porque había sentido su cuerpo hablando y caliente contra el mío su respiración errática sus caderas buscándome incluso entre sueños.
Y yo, había tenido que sujetarla fuerte detenerla porque si ella no estaba despierta si no estaba consciente de lo que provocaba no pensaba tocarla, aún no! la imagen de ella; en la cama jadeando envuelta en la sábana como si eso pudiera protegerla de mí aún estaba grabada en mi cabeza.
Y su maldita ropa interior húmeda!!! inspiré cuando intentando disiparla le había dado una orden bajarás a desayunar las tres comidas o no comerás sabías que lucharía sabía que se resistiría hasta el