El sudor le corría por la frente en gruesas gotas resbalando hasta el cuello de su camisa empapada. Frank Jones, temblaba mientras sus dedos torpes y nerviosos golpeaban el teclado de su celular con desesperación, cada segundo contaba cada mensaje enviado era una súplica muda al destino una esperanza rota antes siquiera de nacer. Levantó la vista hacia la puerta de su despacho esa enorme pieza de madera maciza que había sido sinónimo de poder y éxito durante. Ahora esa misma puerta parecía un verdugo silencioso esperando el momento exacto para sellar su condena. Su corazón la tía tan rápido y fuerte que juraba poder oírlo en sus oídos sabía que Alejandro su jefe lo había descubierto, sabía que sus pequeños desvíos de dinero disfrazados de fantasmas invisibles habían salido a la luz. Sabía que no había escapatoria, por eso había enviado a Zara lejos, su hija su, tesoro, su redención. Ella no debía ver su cuerpo desplomado sobre el escritorio de caoba con la sangre manchando la al
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