Confundida, Nadia alzó una ceja y preguntó con cierta incredulidad.
—¿De qué estás hablando?
Él sonrió, como si revelara un pequeño secreto.
—Te lo mencioné antes, sé que hoy tu agenda está más despejada, que tu día es menos caótico. Así que me tomé la libertad de organizar algo especial para nosotros. Ya hemos compartido un almuerzo juntos, pero esto es solo el comienzo. Hay un itinerario, un plan que seguiremos, y ahora nos dirigiremos a otro lugar.
—No voy a ir contigo a ningún lado —respondió ella.
—Nadia, esto no es una pregunta, es un secuestro.
La intensidad en sus palabras hizo que ella frunciera el ceño.
—No sé qué cosas has investigado sobre mí, ni cómo ni de dónde las has sacado, pero hoy tengo responsabilidades. Había... quedado en verme con mi compañero más tarde para... para trabajar en unos cuadros —articuló con cierta inseguridad.
—¿Con tu compañero? ¿Te refieres a ese tipo rubio que te tocó el hombro?
Nadia arqueó una ceja, claramente sorprendida de que ese pequeño ge