#42:

La lluvia había refrescado el ambiente, y había dejado su sabor en el aire. La luz entraba por la puerta, que seguía abierta, y los pájaros habían empezado a gorjear con optimismo de nuevo.

Al ver todas aquellas muestras de normalidad, Laurent supo que la vida no se molestaba en detenerse por meras crisis personales.Aunque no pudo relajar los dedos en el pomo de la puerta, consiguió mantener la mirada serena y la voz firme al decir:

—Recuerde que está en mi casa, señora Conningwood.

—Las mujeres como tú siempre se las ingenian para conseguir maridos ricos y crédulos —la mujer arqueó una ceja, satisfecha al ver que ella seguía junto a la puerta, tensa y pálida—. Pero eso no cambia quién eres, ni lo que eres. Y quiero que sepas que, aunque hayas sido lo suficientemente lista para conseguir que Kevin Braxton se casara contigo, no vas a poder evitar que consiga recuperar lo que me pertenece.

—No tengo nada suyo. Y ahora, me gustaría que se fuera de aquí.

—Sí, eso no lo dudo —dijo Lorraine
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