—Sí, es verdad —dijo él, divertido. Aunque ella hubiera hecho las maletas, no habría llegado ni al recibidor—. Entonces, ¿qué problema hay?
—No hay ningún problema.
—Preferiría no tener que preguntárselo a Marion.
—Lo mismo digo —Laurent levantó la barbilla, y le dijo con voz firme—: Kevin, no insistas. Y no me presiones.
—Vaya, vaya —le puso las manos en los hombros, y a continuación hizo un gesto afirmativo con la cabeza—. He visto muy pocas veces esa expresión en tu cara, y siempre me despierta un deseo incontenible de tumbarte en el suelo y hacer el amor contigo apasionadamente —al ver que ella se ruborizaba, se echó a reír y la abrazó con fuerza.
—No te rías de mí — ella quiso apartarte de él, pero él no se lo permitió.
—Lo siento. No me estaba riendo de ti, sino de la situación —pensó que a lo.mejor debería mostrar algo más de delicadeza, pero rechazó la idea—. ¿Es que tienes ganas de pelea?
—Ahora no.
—Si no puedes mentir mejor, vas a tener que mantenerte alejada de las partida